miércoles, 22 de junio de 2011

Koko - Here - Aquí



Después de conducir unos quilómetros montaña arriba, paro el coche y me dirijo andando hasta el borde de la montaña, donde la visión no podría ser más reconfortante. A mis pies se halla toda la comarca, desde las más altas cimas hasta el mar. A grosso modo distingo seis o siete pueblos y bastantes casas aisladas en todo el territorio. El viento me lleva los sonidos del monte, el canto de los árboles y los pájaros y, de vez en cuando para, dejándome en el más absoluto y estremecedor de los silencios. Alzo los ojos hacia el cielo. Ese cielo azul con nubes altas que no hace otra cosa que encajar perfectamente en el paisaje que estoy presenciando. Los límites de donde alcanza mi visión son realmente lejanos. Puede haber tranquilamente más de media hora de trayecto, pero parece que lo tenga al alcance de mi mano. Siento que el mundo es mío por un instante.

Entonces, perdido en el vacío, pienso en una duda existencial que me ha tenido despistado últimamente: “¿Me siento solo?” Inmediatamente esa pregunta queda remplazada por “¿Estoy solo?”, en un intento por conciliar mi sentimiento con la realidad.

Es en ese momento cuando me doy cuenta de la absurdidad de ambas preguntas. Nunca he estado solo. Y sé que nunca lo estaré mientras yo quiera que así sea. Tengo personas que me demuestran aprecio, respeto y amor a diario; personas que me piden confianza y rivalidad con el único objetivo de mejorar a su lado; personas que me exigen cariño y por las que me exijo lo mejor de mí mismo. Siento en mi alma la calidez, el apoyo, y la sonrisa de quienes me conservan en su corazón. Siento como he obtenido de ellos más de lo que jamás pedí, por luchar y esforzarme por hacerles sonreír de corazón, que es todo cuanto me propongo.
Al igual que el paisaje que presencio, la sensación de tenerlos a todos cerca pese a estar lejos, es de una belleza indescriptible. Un sentimiento que me transmite un alivio que se expresa en forma de una tímida lágrima que escapa por encima de mi mejilla. 

Parece que las cosas están más claras ahora. El viento ha empezado a soplar con fuerza y la sensación de frío es más que palpable, pero por mí como si quiere llover. Me siento muy bien.

Así que cojo aire profundamente y me despido del paraíso hasta la próxima vez, esperemos que con alguien con quien compartirlo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un amigo de un amigo de... dijo un día que venimos solos al mundo y de él nos vamos solos y que depende de nosotros cómo y con quien gestionar el tiempo del medio.

podi-.

Esther dijo...

Me gusta ^_^